lunes, 28 de julio de 2008

AMIGOS CÉLEBRES

"En el principio, Dios creó al hombre pero, al verlo tan débil, le dio el perro". Con esta cita del escritor Alphonse Toussenel comienza el libro A Thousand Dogs (Taschen): un viaje por la presencia del perro en la historia de la fotografía. Es un volumen grueso, salpicado de imágenes que se inician a mediados del siglo XIX. Fue entonces cuando los canes se empezaron a retratar en tonos sepia. Este deseo de inmortalizar al fiel animal de compañía no era algo nuevo: los perros ya se pintaron en las cuevas rupestres y en las tumbas egipcias. Velázquez, Goya y Tiziano los incluían en sus cuadros, mientras que Picasso les dedicó lienzos enteros.


Aunque la relación entre hombre y perro no conoce clases sociales, a lo largo de la historia estos animales han acompañado tradicionalmente a los poderosos. Quizás las cualidades del perro: su discreción, lealtad total y agradecimiento, les resultan especialmente atractivas a personas que viven entre constantes adulaciones y reverencias. Además, tener perro es una forma de humanizarse. Quizás por ello en Estados Unidos, desde los tiempos de George Washington, no ha habido familia presidencial sin mascota.

En la mediatizada Casa Blanca los perros tienen su rol: hacen más cercano al presidente de turno e, inlcuso, protagonizan biografías. La primera en escribirse fue la de Fala, el terrier escocés de la familia Roosvelt. El presidente se llevaba a su perro a todas partes porque, decían, prefería su compañía a la de la mayoría de las personas. Los fotogénicos Kennedy llenaron la Casa Blanca de mascotas. Entre sus muchos perros había un gran pastor alemán que el presidente había rescatado de un lago. También destacaba Pushinka, un cachorro que Khrushev le regaló a Jhon-Jhon Kennedy en plan guerra fría. El animal fue noticia en su día, como también lo fue el fallecimiento de Spot, el springer spaniel de los actuales inquilinos de la Casa Blanca.


Entre los dos aspirantes a residir allí el próximo año, Barack Obama aventaja a su rival en muchas cosas, pero no tiene mascota. Por el contrario su contrincante Jhon McCainn cuenta con varios perros, un gato, peces y periquitos. Gane o pierda las elecciones, Obama les ha prometido un perro a sus hijas. En internet ya hay una web que invita a elegir la raza más adecuada para la familia.

Perros y monarquías también han ido históricamente unidos. La relación es especialmente intensa en la realeza británica. La reina Victoria los adoraba e incluso ejerció como criadora. Su descendiente, Isabel II, siente debilidad por sus numerosos corgis, una raza de origen galés que la ha acompañado desde que era niña. Cada día, a las siete en punto, uno de los criados saca a pasear a la pequeña manada de corgis reales. Tras el paseo, los animales van a despertar a la soberana, a quien le gusta alimentarlos con cuchara y tenedor de plata.

La aristocracia del cine también ama a sus perros. Los terriers de Hitchcock aparecían, como su dueño, haciendo cameos en sus películas. Estrellas como Brigitte Bardot ha hecho de éstos y otros animales su causa. A otras, como a Marilyn Monroe, los perros la consolaron en situaciones personales difíciles. Tras el divorcio de Arthur Miller, Frnak Sinatra le regaló un caniche para que le hiciera compañía: la actriz le asignó como cama un carísimo abrigo de piel que le había regalado su ex.

La extravagancia de la Monroe tenía más de venganza que de capricho. Sin embargo, muchos dueños vip de perros los consienten con todo tipo de lujos de forma consciente. Los maharajás de India organizaban fastuosas bodas entre canes y les confeccionaban trajes de noche. En Nueva York, más de una millonaria harta de su familia ha dejado todo a su caniche. Paris Hilton llevaba a su chihuahua en un bolso de Vuitton. Mientras, el mercado de lujo para los perros se expande: hay clases de yoga y tratamientos de spa para ellos, correas de firma y camas con dosel.






Fuente: Magazine, La Vanguardia

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